martes, 8 de abril de 2008

Rutas

Desde el norte hacia el Valle de Cabuérniga.

Debemos pasar por Cabezón de la Sal, pueblo que debe su nombre a la sal que allí se extraía ya en tiempos del imperio romano. Hace unos pocos años se ha levantado un poblado cántabro de la edad antigua construido con ajustados criterios arqueológicos. No queremos pasar por alto a la entrada de Cabezón de la Sal, al lado del Ayuntamiento, una casa inclinada con un cartel que reza: “Blancos de la Nava”, se refiere a los vinos blancos y se trata de una antigua bodega bajo la que se hundió el terreno debido a la disolución salina del subsuelo, no se la pierdan, es una delicia con todo el carácter del mundo, como la Torre de Pisa pero en cántabro. Atravesamos Cabezón de la Sal y su via estrecha de ferrocarril y nos dirigimos hacia el Valle de Cabuérniga, en dirección Reinosa. A tres kilómetros encontramos Carrejo, pueblo donde se hospedó Nicole Kidman durante el rodaje de la película "Los Otros". Pero en Carrejo más importancia que la Nicolasa la tiene la Mariuca: un genuino bar cántabro donde tomar un blanquín y lo que terciarse pueda. En Carrejo también hay un par de museos: el molino de agua y el de la naturaleza. Siguiendo el camino, la carretera cruza el Saja y se adentra en la angosta Hoz de Santa Lucía. Tras este paso se abre, espléndido, el Real Valle de Cabuérniga. A la izquierda podemos llegarnos a Ucieda a tomar otros blanquines en los no menos genuinos y acogedores bares que allí podemos encontrar. Vueltos a la carretera ya sólo nos queda enfilar la larguísima recta que lleva a Ruente. Si se han tomado todos los blanquines indicados puede suceder que ésta resulte de peaje y que no se vea tan recta, pero palabra que lo es. En ella se encontrará el viajero “En tiempos de la Oca en el Océano”, a la misma entrada de Ruente. Tan a la entrada que incluso en el mismo jardín tenemos el cartel del pueblo. Ruente destaca por su puente romano de nueve ojos (¿o tal vez es románico?) que atraviesa el manantial de La Fuentona. Esta nace muy cerca en una cueva cuyas profundidades habita la Anjana. La Oca en el Océano está al mismo lado de La Fuentona que corre a encontrarse con su hermano mayor el rio Saja.

De Ruente hacia el sur a lo largo del Valle de Cabuérniga .

Más allá de La Oca en el Océano, sorteando o cayendo en las múltiples tentaciones gastronómicas que iran apareciendo, atravesamos Ruente y nos adentramos en el valle para encontrar en el mismo municipio las hermosas casonas de Barcenillas y, en lo alto, Lamiña, el núcleo habitado más antiguo. Atravesado el rio Saja, el viajero entra en el municipio que toma el nombre del valle: Cabuérniga, compuesto por las localidades de Sopeña (donde nació el escritor Manuel Llano), Valle, Terán, Selores, Renedo, Viaña, Llendemozó y Fresneda. Y Carmona. La singular y bella Carmona, al otro lado de la collada de aéreas vistas, bebe las aguas del valle contiguo, las del Nansa. En la parte alta del Saja se abre el municipio de Los Tojos. Ascendiendo la montaña se encontrará el viajero toponimias como El Tojo, Saja, Correpoco y el conjunto histórico-artístico de Bárcena Mayor, amén del propio Los Tojos y el muy encumbrado Colsa. El viajero se adentrará en la maravillosa reserva del Saja con puntos como la cueva del Poyu donde se dice que habita la terrible Gurrumpella, o el Pozu del Amu donde el río Saja al despeñarse con violencia por la Canal del Infierno crea un espectáculo de cascadas y remansos. Cerca, parte una senda que nos conduce a través de frondosas laderas hasta el collado de Sejos y las fuentes del Saja. Es una espectacular excursión de 5 o 6 horas. Ya cerca del puerto de Palombera, entre un festival de hayas, acebos, robles y abedules, se halla el Balcón de la Cardosa desde el que se divisa un dilatado panorama sobre el valle. En el trayecto se nos avisa del paso de anfibios, con algo de suerte podremos avistar algún sigiloso ciervo o corzo. Más arriba, donde el bosque ya clarea, la Venta de Tajahierro nos indica que estamos coronando el puerto, el acceso a Campoo donde el paisaje cambia, el verde se matiza, los espacios se expanden, las piedras se yerguen y el románico se multiplica.

De Ruente hacia el oeste, hacia el valle del Nansa .

En el Valle de Cabuérniga, en Valle de Cabuérniga (para situarse con precisión, percátese el lector de la sutil diferencia que marca el artículo) tomamos la carretera hacia Carmona, sinuosa aunque bien acondicionada carretera de montaña que, al parecer, era una antigua ruta medieval que conectaba la Liébana con los valles del Nansa y el Saja. A lo largo del trayecto podremos detenernos en distintos miradores para contemplar sensacionales vistas de todo el valle. Esta ruta hacia Carmona y el Nansa, lo es también hacia la fascinación del Cielo y de la Tierra, hacia Garabandal y hacia la cueva del Soplao.

Carmona, bellísima población, es uno de los lugares con más tipismo de estas tierras, que se resisten a ser fagocitadas por el venerado progreso. En el centro del pueblo destaca la casa-palacio de los Mier, una mansión del siglo XIII con dos espectaculares torreones, o la casona de Cossío y Mier. A pesar de que las aguas de Carmona vierten al Nansa y no al Saja, es en esta villa donde mejor se puede apreciar el genuino espíritu cabuérnigo, donde mejor se han sabido mantener las tradiciones más ancestrales de Cantabria como la manufactura de albarcas y otras artesanía de la madera, o la pasá o subida del ganado a los pastos altos. Con la pasá, Carmona vive una gran fiesta con desfile de reses y competiciones de deportes autóctonos. Tras Carmona el viajero llega hasta Puentenansa, sobre el río que le da nombre. Encrucijada de carreteras, es un notable centro comercial desde el que se puede bien bajar el río hacia el monumento de la geología que es la espectacular e inmensa cueva del Soplao o hacia la muy interesante cueva prehistórica de Chufín a la que puede llegarse atravesando un lago. Hacia el sur se sube a Cossío. El pueblo, de encantos evidentes, es punto de partida de un estrecho ramal de carretera que termina en San Sebastián de Garabandal, localidad situada en un agreste paraje en la falda de la mágica Peña Sagra de nombre suficientemente explícito, y que debe su fama a las apariciones de la Virgen y el arcángel San Miguel. Volviendo al curso del Nansa se llega a Rozadío, pueblo que con el nombre de Robacío inmortalizó José María de Pereda en su novela Peñas Arriba. Los densos robledales que cubren la ladera del valle nos acompañan hasta Sarceda, Santotís y Tudanca, topónimos estos dos últimos que puede que hagan remota referencia al dios celta Tutatis. A saber… La carretera sigue hacia las alturas de La Montaña. De Cantabria.

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