miércoles, 9 de abril de 2008

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martes, 8 de abril de 2008

Rutas

Desde el norte hacia el Valle de Cabuérniga.

Debemos pasar por Cabezón de la Sal, pueblo que debe su nombre a la sal que allí se extraía ya en tiempos del imperio romano. Hace unos pocos años se ha levantado un poblado cántabro de la edad antigua construido con ajustados criterios arqueológicos. No queremos pasar por alto a la entrada de Cabezón de la Sal, al lado del Ayuntamiento, una casa inclinada con un cartel que reza: “Blancos de la Nava”, se refiere a los vinos blancos y se trata de una antigua bodega bajo la que se hundió el terreno debido a la disolución salina del subsuelo, no se la pierdan, es una delicia con todo el carácter del mundo, como la Torre de Pisa pero en cántabro. Atravesamos Cabezón de la Sal y su via estrecha de ferrocarril y nos dirigimos hacia el Valle de Cabuérniga, en dirección Reinosa. A tres kilómetros encontramos Carrejo, pueblo donde se hospedó Nicole Kidman durante el rodaje de la película "Los Otros". Pero en Carrejo más importancia que la Nicolasa la tiene la Mariuca: un genuino bar cántabro donde tomar un blanquín y lo que terciarse pueda. En Carrejo también hay un par de museos: el molino de agua y el de la naturaleza. Siguiendo el camino, la carretera cruza el Saja y se adentra en la angosta Hoz de Santa Lucía. Tras este paso se abre, espléndido, el Real Valle de Cabuérniga. A la izquierda podemos llegarnos a Ucieda a tomar otros blanquines en los no menos genuinos y acogedores bares que allí podemos encontrar. Vueltos a la carretera ya sólo nos queda enfilar la larguísima recta que lleva a Ruente. Si se han tomado todos los blanquines indicados puede suceder que ésta resulte de peaje y que no se vea tan recta, pero palabra que lo es. En ella se encontrará el viajero “En tiempos de la Oca en el Océano”, a la misma entrada de Ruente. Tan a la entrada que incluso en el mismo jardín tenemos el cartel del pueblo. Ruente destaca por su puente romano de nueve ojos (¿o tal vez es románico?) que atraviesa el manantial de La Fuentona. Esta nace muy cerca en una cueva cuyas profundidades habita la Anjana. La Oca en el Océano está al mismo lado de La Fuentona que corre a encontrarse con su hermano mayor el rio Saja.

De Ruente hacia el sur a lo largo del Valle de Cabuérniga .

Más allá de La Oca en el Océano, sorteando o cayendo en las múltiples tentaciones gastronómicas que iran apareciendo, atravesamos Ruente y nos adentramos en el valle para encontrar en el mismo municipio las hermosas casonas de Barcenillas y, en lo alto, Lamiña, el núcleo habitado más antiguo. Atravesado el rio Saja, el viajero entra en el municipio que toma el nombre del valle: Cabuérniga, compuesto por las localidades de Sopeña (donde nació el escritor Manuel Llano), Valle, Terán, Selores, Renedo, Viaña, Llendemozó y Fresneda. Y Carmona. La singular y bella Carmona, al otro lado de la collada de aéreas vistas, bebe las aguas del valle contiguo, las del Nansa. En la parte alta del Saja se abre el municipio de Los Tojos. Ascendiendo la montaña se encontrará el viajero toponimias como El Tojo, Saja, Correpoco y el conjunto histórico-artístico de Bárcena Mayor, amén del propio Los Tojos y el muy encumbrado Colsa. El viajero se adentrará en la maravillosa reserva del Saja con puntos como la cueva del Poyu donde se dice que habita la terrible Gurrumpella, o el Pozu del Amu donde el río Saja al despeñarse con violencia por la Canal del Infierno crea un espectáculo de cascadas y remansos. Cerca, parte una senda que nos conduce a través de frondosas laderas hasta el collado de Sejos y las fuentes del Saja. Es una espectacular excursión de 5 o 6 horas. Ya cerca del puerto de Palombera, entre un festival de hayas, acebos, robles y abedules, se halla el Balcón de la Cardosa desde el que se divisa un dilatado panorama sobre el valle. En el trayecto se nos avisa del paso de anfibios, con algo de suerte podremos avistar algún sigiloso ciervo o corzo. Más arriba, donde el bosque ya clarea, la Venta de Tajahierro nos indica que estamos coronando el puerto, el acceso a Campoo donde el paisaje cambia, el verde se matiza, los espacios se expanden, las piedras se yerguen y el románico se multiplica.

De Ruente hacia el oeste, hacia el valle del Nansa .

En el Valle de Cabuérniga, en Valle de Cabuérniga (para situarse con precisión, percátese el lector de la sutil diferencia que marca el artículo) tomamos la carretera hacia Carmona, sinuosa aunque bien acondicionada carretera de montaña que, al parecer, era una antigua ruta medieval que conectaba la Liébana con los valles del Nansa y el Saja. A lo largo del trayecto podremos detenernos en distintos miradores para contemplar sensacionales vistas de todo el valle. Esta ruta hacia Carmona y el Nansa, lo es también hacia la fascinación del Cielo y de la Tierra, hacia Garabandal y hacia la cueva del Soplao.

Carmona, bellísima población, es uno de los lugares con más tipismo de estas tierras, que se resisten a ser fagocitadas por el venerado progreso. En el centro del pueblo destaca la casa-palacio de los Mier, una mansión del siglo XIII con dos espectaculares torreones, o la casona de Cossío y Mier. A pesar de que las aguas de Carmona vierten al Nansa y no al Saja, es en esta villa donde mejor se puede apreciar el genuino espíritu cabuérnigo, donde mejor se han sabido mantener las tradiciones más ancestrales de Cantabria como la manufactura de albarcas y otras artesanía de la madera, o la pasá o subida del ganado a los pastos altos. Con la pasá, Carmona vive una gran fiesta con desfile de reses y competiciones de deportes autóctonos. Tras Carmona el viajero llega hasta Puentenansa, sobre el río que le da nombre. Encrucijada de carreteras, es un notable centro comercial desde el que se puede bien bajar el río hacia el monumento de la geología que es la espectacular e inmensa cueva del Soplao o hacia la muy interesante cueva prehistórica de Chufín a la que puede llegarse atravesando un lago. Hacia el sur se sube a Cossío. El pueblo, de encantos evidentes, es punto de partida de un estrecho ramal de carretera que termina en San Sebastián de Garabandal, localidad situada en un agreste paraje en la falda de la mágica Peña Sagra de nombre suficientemente explícito, y que debe su fama a las apariciones de la Virgen y el arcángel San Miguel. Volviendo al curso del Nansa se llega a Rozadío, pueblo que con el nombre de Robacío inmortalizó José María de Pereda en su novela Peñas Arriba. Los densos robledales que cubren la ladera del valle nos acompañan hasta Sarceda, Santotís y Tudanca, topónimos estos dos últimos que puede que hagan remota referencia al dios celta Tutatis. A saber… La carretera sigue hacia las alturas de La Montaña. De Cantabria.

Posada Rural y Tienda

SITUACION: en Ruente, a la misma entrada del pueblo, en la carretera de Cabuérniga (de Cabezón de la Sal a Reinosa) y a la vera del manantial de La Fuentona, en uno de los más bellos entornos, rodeados de bosques. Equidistantes de mar y montaña y en una excelente situación para conocer Cantabria y Asturias.

TEMPORADA ALTA (Julio a Septiembre, S. Santa, puentes)

  • HAB. DOBLE: 65 €
  • CAMA SUPLETORIA: 15 €
  • DESAYUNO (por persona): 5 €

TEMP. MEDIA/BAJA

  • HAB. DOBLE:55 €
  • CAMA SUPLETORIA: 15 €
  • DESAYUNO (por persona): 5 €

EXTERIOR: zona de aparcamiento en la misma posada, jardín con acceso al manantial de La Fuentona.

INTERIOR: café-tienda de mitología, libros, regalos, artesanía... Posada de 3 habitaciones - suite con carácter diferenciado, una en planta baja y dos en planta superior, dos de ellas con vistas a La Fuentona y al Monte Aa. Jardín, calefacción, sala de estar y... lo mejor: no hay televisión. Una posada libre de televisión, donde mejor disfrutar del paisaje y sentirse arrullado por el sonido de La Fuentona. Aunque no nos cerramos en banda: dispondremos de DVD. Pondremos así lo que nos gusta y no lo que “nos echen”.

IDIOMAS: hispánico, galo y británico.

SERVICIOS: documentación e información sobre mitología e historia, arte prehistórico y celta. Artículos y complementos relacionados con el ámbito atlántico, mitológico e histórico. Artesanía de la zona, librería. música, regalos… Café, te, chocolate, repostería... Información sobre el valle y zonas colindantes y en general sobre turismo en Cantabria. Excursiones y senderismo.

¿POR QUÉ “EN TIEMPOS DE LA OCA EN EL OCEANO”? Porque son tiempos que nos lega el pasado y nos ofrece el presente. Tiempos en los que la Oca vive y sobrevive. La Oca puede flotar, nadar y volar en el Océano de la vida. La Oca es símbolo de vida y protección. La relación con el sol, a quien Dios mandó dibujar el Arco en el cielo tras el Diluvio, hace que la Oca represente el nexo de unión con los tiempos de la fascinante cultura que hoy podemos contemplar en Altamira o El Castillo. La Oca sobrevive al Diluvio y se la asocia al astro rey. La cultura celta tenía a la Oca como uno de sus símbolos sagrados, era la mensajera del Otro Mundo. En el antiguo Egipto, la Oca era un animal vinculado al nacimiento y a la muerte, se creía que era la divinidad solar nacida del huevo cósmico. Las ocas son las aves que vuelan entre el cielo y la tierra manteniendo un nexo de unión. Para cofradías y hermandades medievales la pata de la oca, la marca que ésta deja al caminar, era un símbolo hermético referente de la Tríada: como el Tridente de Poseidón - dios de la Atlántida - o el símbolo semejante de la Vieira, la Concha del Peregrino, del Camino de Santiago que precisamente atraviesa nuestros lares, el Camino de las Estrellas que sigue la ruta hacia tierras un dia emergidas. Siguiendo la dirección del camino de Santiago y prolongándolo en línea recta, éste llega a un punto al norte de las Azores. Bien puede suceder que el camino de Santiago, hacia el Oeste, se vea impulsado también por un recuerdo inconsciente de las tierras regidas por quien tenía como símbolo el tridente. En el Océano, en Occidente, en el país de Oc, la realeza adopta el símbolo de la flor de lys. Como el “Algiz” cuyos tres brazos alzados representan al hombre exultante, a la victoria. La Trinidad. La Divinidad.

sábado, 8 de marzo de 2008

La Oca en el Océano

La Oca en el Océano nace en el año 2005 como respuesta a una voz que un día susurró “Cantabria”.

En tiempos de La Oca en el Océano, una posada rural y un café litearte proporcionan un ambiente cálido y acogedor donde hospedarse o donde simplemente hacer un alto en el camino para tomar un café, un te o un chocolate, degustar una buena repostería y poder conocer de mitos y leyendas, de historia y de historias, de bestiarios y símbolos, de cultos y deidades, de hadas y brujas, de ojáncanos o cíclopes, de dulces anjanas, del temible cúlebre o del grifo al que el centauro asaetea, de taimadas sirenas, de agazapados bisontes, de incomprensibles signos y enigmáticas manos, de duendes, trastolillos, trentis, trasgos, cuegles, ventolines, nuberos y demás plétora que habita la profundidad de cuevas y bosques o la amplitud de cielo y mar. La Oca en el Océano ofrece una puerta abierta a la leyenda y el mito: literatura especializada, complementos, artes y artesanías o la degustación de néctares y ambrosías que el Océano ha tenido a bien legar tanto a divinos como a mortales. La magia de una naturaleza. La magia de una cultura. La Oca en el Océano está en La Montaña, en las peñas al mar que avanzan hasta convertirse en olas del Cantábrico hijo del Padre Océano, el Atlántico que un día escondió en sus entrañas la gran isla que le dio nombre. En Ruente, a la entrada del Real Valle de Cabuérniga – la Caor Noega donde la Oca halló refugio – se encuentra nuestra tienda de la mitología. La Oca en el Océano está a la orilla de las mágicas aguas de La Fuentona, nacidas a pocos metros en la cercana cueva cuyas maravillosas y misteriosas profundidades habita la anjana que regula el cauce a su antojo.

En uno de los más hermosos y recónditos valles, en el hogar ancestral de los cántabros donde aletea el Ave Fénix de la España eterna, La Oca en el Océano se zambulle en las mágicas aguas de la mitología. La Oca en el Océano está en Cantabria pero no en lugar céntrico, ¿cómo podría ser tal cosa? No está en Santander, ni en Torrelavega, tampoco en Santillana del Mar, ni en Comillas. Está cerca de Cabezón de la Sal y de su poblado cántabro, pero el viajero debe adentrarse más en La Montaña. Más allá. ¿Cómo podría quedar el mito demasiado al alcance? ¿Podrá tener alguien dificultad en hallarnos? ¿Será voluntad de los dioses – tan volubles ellos – privarnos gozar de alguna visita?

Como el agua de La Fuentona oculta en la cueva, como la cueva de la anjana oculta en la montaña, como la montaña oculta en las brumas del mito, La Oca debe estar algo (por lo menos algo) oculta.

Alrededores

El Real Valle de Cabuérniga es lugar idóneo donde alojarse, el corazón del Occidente cántabro. Nada le queda lejos: desde Cantabria a Asturias o a Palencia, desde Altamira o Santillana hasta San Vicente de la Barquera, desde la alta montaña a la profundidad de las cuevas o de la santidad de Santo Toribio de Liébana, desde las elevaciones de los Picos de Europa hasta la bravura del Cantábrico, desde la capitalidad de Santander a la asturianidad de Llanes. El Real Valle de Cabuérniga es lugar equidistante de los principales lugares de interés que puedan encontrarse entre Santander y Asturias o desde el mar hasta Campoo. A similar distancia queda la playa que la montaña. En menos de media hora se puede ir desde Ruente hasta Bárcena Mayor o desde Ruente hasta las gigantescas Estelas de Barros. En algo más de media hora se puede llegar a la impresionante cueva de El Soplao o a las fantásticas cuevas del piramidal Monte Castillo. En poco más de una hora de camino se puede estar en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno o en el misterioso ídolo de Peña Tú.

Los alrededores de La Oca en el Océano son de por sí un inmenso y mágico lugar de interés: Por mitología, bosques (bosques de hadas y duendes como no podría ser de otra manera), artesanía, cultura, gastronomía, arquitectura, folklore, paisaje, historia, nobleza.... : Cantabria Infinita. El mundo tiene en Cantabria la obligación de hacer al menos una reverencia ineludible: el arte parietal paleolítico que, descubierto en Altamira en 1879, convierte a la zona cantábrica en uno de los puntos sin duda más importantes y en cuna de la humanidad: Altamira en Santillana del Mar, el Monte Castillo en Puente Viesgo, Covalanas, La Garma, El Pendo, Chufín, Hornos de la Peña, Santián o El Pindal (ya en Asturias) son de los más destacables ejemplos.

En Santillana del Mar, aparte de Altamira, podemos visitar el muy bien preservado pueblo medieval, la magnífica colegiata románica o el meritorio zoo de iniciativa privada. A destacar en la costa San Vicente de la Barquera y la bellísima vista que desde allí se ofrece de los Picos de Europa, el modernismo de Comillas, la amplia playa de Oyambre, los agrestes acantilados azotados por un mar que es a la vez océano. En el inmenso Parque de la Naturaleza de Cabárceno podemos contemplar animales en régimen de semi-libertad. En Los Corrales de Buelna podemos asistir a la recreación de las Guerras Cántabras que se celebran cada verano o recibir en Santander (seguramente el Portus Victoriae de antaño) a los romanos que se supone venían a civilizar. Al Sur, en las zonas interiores de Campoo, Valderredible o Valdeolea podemos encontrar monumentos megalíticos o iglesias rupestres o del mejor románico al tiempo que disfrutar del esquí o subir al Pico Tres Mares, indudable centro peninsular ya que es el único punto desde el cual el agua se reparte a tres vertientes: Mediterraneo, Atlántico y Cantábrico. En La Montaña se abren valles de carácter con muy diferentes personalidades: el del Pas, el del Besaya, el de Cabuérniga, el del vecino Nansa con poblaciones como Tudanca o Garabandal de mucho interés por muy distintos motivos... Cerca, donde los Picos de Europa se yerguen, se extiende la mítica Liébana con el monasterio de Santo Toribio y la iglesia de Santa María de Lebeña.

Y dejamos para el final, el citar la capital, Santander, en una de las bahías consideradas - con razón - como de las más bellas del mundo.

Un Cafe LiteArte

En tiempos muy lejanos (tenemos nuestra solera) viajamos a Irlanda. Fuimos a Dingle, un remoto pueblecito de la bellísima costa oeste y, guareciéndonos de la persistente lluvia (bondades del Oceáno), entramos en un establecimiento acogedor: “An cafe litearta”. Así, en gaélico. De ahí hemos plagiado sin contemplaciones pero con todo el cariño y entusiasmo la expresión. Sirva como homenaje. “An cafe litearta” era un local con un algo o un mucho de vetusto que le confería sabor y carácter. Nos compraron un par de botellas de una de las varias formas de arte: el vino, un par de Riojas que ayudaron a costearnos el viaje (ya hemos indicado que era en tiempos muy lejanos). Servían un té o un café con todo lo que eso conlleva, y comidas que nosotros no serviremos. Pero sin embargo carecían de la repostería y de la relación con la mitología que nosotros sí tendremos. Un café con literatura y arte, y con artesanía, música, gastronomía... caracteres que el Océano une y transforma en el etéreo momento del mito. Como el de un local irlandés que nos acogió e inspiró. La magia de un café ayuda al encuentro, a soñar en común, a debatir ideas, a compartir afinidades o desvelar diferencias, a relajar el diálogo. Creatividad, expresión, sensibilidad, al Occidente de Cantabria, al Occidente de Europa. En tiempos de La Oca en el Océano. En tierras de Oc.

Café, té, chocolate, repostería, delicatessen, libros, mitología, cultura, mapas, complementos, arte y artesanía, artículos típicos, música, regalos, cosucas, curiosidades… a orillas de la Fuentona de Ruente, en el mágico Valle de Cabuérniga, en la Cantabria infinita, en la Hispania eterna, en el Occidente donde la Madre Europa se encuentra con el Padre Océano.

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